EN AMARILLO Y SIN FLORES...

Cuando no los esperas, cuesta verlos...
Los Áfidos o Pulgones, son Insectos de apenas 2-3mm de longitud.


Los Pulgones de la adelfa o, en latín, Aphis nerii son de un vistoso color amarillo anaranjado.



Su cuerpo, dicen, tiene forma de pera, con la cabeza estrecha y el abdómen bulboso... A mí me recuerdan a pequeños globitos.
Los cornículos pares abdominales (negros en esta especie, igual que las antenas y largas patitas) son los rasgos más característicos de los Áfidos...



...Estos tubos son las aberturas de glándulas céreas especializadas. El fluído producido se cree que protege a los Pulgones de los depredadores, aunque parece tener poco efecto sobre las Mariquitas, Crisopas y larvas de Sírfidos, todas las cuales devoran ávidamente a los Pulgones.



Corren fotos geniales por la red...

En una semana no he observado ni individuos alados ni depredadores... aunque sí mucho movimiento, pues estos Aphis no paran de corretear...



Los Pulgones pasan el invierno en forma de huevos puestos sobre la planta hospedante en el otoño anterior y los huevos eclosionan en primavera para producir sólo hembras ápteras partenogenéticas, conocidas como fundadoras o madres del clan. Cuando maduran, estas fundadoras se reproducen sin aparearse y, además, son vivíparas, es decir, de ellas nacen unos pocos jóvenes activos cada día. La aparición de la partenogénesis en varias generaciones sucesivas, junto con la producción de grandes números de individuos es la causa de la rápida constitución de las colonias de Pulgones.



Se van sucediendo algunas generaciones de estas hembras partenogénicas, alternando formas aladas, que dispersan la especie de una planta a otra. Al aproximarse el otoño, se produce una descendencia de machos y hembras. Las hembras son ovíparas y ponen los huevos que pasarán todo el invierno, después de aparearse.
Guía de Campo de los Insectos de España y Europa
Michael Chinery
Traducido por Ignacio Gallego Carrascal
Tercera edición: julio 1984

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Otras fotos
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DE FLORES Y COPOS...



"...Sucedió que un día, estando en Córdoba en el mes de febrero, cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra de Córdoba, para que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera cumplido su deseo..."
(...)

Don Juan Manuel,
El Conde Lucanor



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