HOMBRES, DIOSES Y OTROS ANIMALES...


El alma buena de Se-Chuan
Der gute Mensch von Sezuan
Bertolt Brecht
Traducción de Raquel Warschaver


WANG: Soy el aguador de esta ciudad, de Se-Chuan. Mi oficio es agotador. Cuando hay sequía, debo recorrer kilómetros para conseguir un poco de agua. Y cuando abunda, no gano un céntimo. Claro que en nuestra provincia, la miseria es cosa de todos los días, y ya nadie pone en duda que no hay ayuda posible para nosotros, como no venga de los dioses. A propósito, un tratante de ganado que suele pasar por estas comarcas me ha asegurado que varios dioses, de los más importantes, se acercan a estas tierras. ¡Pueden imaginarse ustedes mi alegría! Pensar que en cualquier momento pueden aparecer aquí, en Se-Chuan. Sin duda las incesantes quejas que se elevan desde la tierra habrán inquietado al cielo. Hace ya tres días que espero en este sitio, a las puertas de la ciudad, cuando llega la hora del crepúsculo, para ser el primero en darles la bienvenida. Después, quién sabe si se me presentará la ocasión. Vendrán los señorones y los acapararán... ¡Con tal de que acierte a reconocerlos! Tal vez llegue cada uno por separado, para no llamar la atención. (Pasan tres obreros.) Ésos no pueden ser, vienen del trabajo. (Los observa atentamente.) No, andan con las espaldas encorvadas, de tanto cargar con fardos. (Pasa un empleado.) Ese otro... es imposible que sea un dios, con esos dedos manchados de tinta. A lo sumo, será un empleado de la fábrica de cemento. ¿Y aquellos señores? (Pasan dos señores.) No, tampoco creo que sean dioses. Esa expresión brutal sólo la tienen los que están acostumbrados a tratar a palos a la gente. Los dioses no tienen por qué apalear a nadie. (Aparecen los tres dioses.) A ver... aquellos tres... Sí, podría ser... Están bien alimentados, no parece que hayan trabajado jamás, y tienen el calzado cubierto de polvo, como si vinieran de muy lejos... ¡Son ellos!
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http://encontrarte.aporrea.org/10/personaje/
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REFLEXIÓN...


...Los monstruos existen pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos a creer y obedecer sin discutir,...

Primo Levi
Si esto es un hombre
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NUNCA JAMÁS ES SIEMPRE UNA ISLA...



Peter Pan
J.M.Barrie

No sé si habéis visto alguna vez un mapa de la mente de una persona. A veces los médicos trazan mapas de otras partes vuestras y vuestro propio mapa puede resultar interesantísimo, pero a ver si alguna vez los pilláis trazando el mapa de la mente de un niño, que no sólo es confusa, sino que no para de dar vueltas.
Tiene líneas en zigzag como las oscilaciones de la temperatura en un gráfico cuando tenéis fiebre y que probablemente son los caminos de la isla, pues el País de Nunca Jamás es siempre una isla, más o menos, con asombrosas pinceladas de color aquí y allá, con arrecifes de coral y embarcaciones de aspecto veloz en alta mar, con salvajes y guaridas solitarias y gnomos que en su mayoría son sastres, cavernas por las que corre un río, príncipes con seis hermanos mayores, una choza que se descompone rápidamente y una señora muy bajita y anciana con la nariz ganchuda. Si eso fuera todo sería un mapa sencillo, pero también está el primer día de escuela, la religión, los padres, el estanque redondo, la costura, asesinatos, ejecuciones, verbos que rigen dativo, el día de comer pastel de chocolate, ponerse tirantes, dime la tabla del nueve, tres peniques por arrancarse un diente uno mismo y muchas cosas más que son parte de la isla o, si no, constituyen otro mapa que se transparenta a través del primero y todo ello es bastante confuso, sobre todo porque nada se está quieto.
Como es lógico, los Países del Nunca jamás son muy distintos. El de John, por ejemplo, tenía una laguna con flamencos que volaban por encima y que John cazaba con una escopeta, mientras que Michael, que era muy pequeño, tenía un flamenco con lagunas que volaban por encima. John vivía en una barca encallada del revés en la arena, Michael en una tienda india, Wendy en una casa de hojas muy bien cosidas. John no tenía amigos, Michael tenía amigos por la noche, Wendy tenía un lobito abandonado por sus padres; pero en general los Países de Nunca Jamás tienen un parecido de familia y si se colocaran inmóviles en fila uno tras otro se podría decir que las narices son idénticas, etcétera. A estas mágicas tierras arriban siempre los niños con sus barquillas cuando juegan. También nosotros hemos estado allí: aún podemos oír el ruido del oleaje, aunque ya no desembarcaremos jamás.
De todas las islas maravillosas la de Nunca jamás es la más acogedora y la más comprimida: no se trata de un lugar grande y desparramado, con incómodas distancias entre una aventura y la siguiente, sino que todo está agradablemente amontonado. Cuando se juega en ella durante el día con las sillas y el mantel, no da ningún miedo, pero en los dos minutos antes de quedarse uno dormido se hace casi realidad. Por eso se ponen luces en las mesillas.
A veces, en el transcurso de sus viajes por las mentes de sus hijos, la señora Darling encontraba cosas que no conseguía entender y de éstas la más desconcertante era la palabra Peter. No conocía a ningún Peter y, sin embargo, en las mentes de John y Michael aparecía aquí y allá, mientras que la de Wendy empezaba a estar invadida por todas partes de él. El nombre destacaba en letras mayores que las de cualquier otra palabra y mientras la señora Darling lo contemplaba le daba la impresión de que tenía un aire curiosamente descarado.
-Sí, es bastante descarado -admitió Wendy a regañadientes. Su madre le había estado preguntando.
-¿Pero quién es, mi vida?
-Es Peter Pan, mamá, ¿no lo sabes?
Al principio la señora Darling no lo sabía, pero después de hacer memoria y recordar su infancia se acordó de un tal Peter Pan que se decía que vivía con las hadas. Se contaban historias extrañas sobre él, como que cuando los niños morían él los acompañaba parte del camino para que no tuvieran miedo. En aquel entonces ella creía en él, pero ahora que era una mujer casada y llena de sentido común dudaba seriamente que tal persona existiera.
-Además -le dijo a Wendy-, ahora ya sería mayor.
-Oh no, no ha crecido -le aseguró Wendy muy convencida-, es de mi tamaño.
Quería decir que era de su tamaño tanto de cuerpo como de mente; no sabía cómo lo sabía, simplemente lo sabía.

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