LITERATURA INFANTIL


María Puncel
Un duende a rayas

La bruja Vitriopirola atravesaba el bosque en su escoba voladora camino de una reunión con otras brujas tan especialmente malvadas como ella. Llevaba puestas, por pura casualidad, sus gafas mágicas de fisgonear y descubrió el envoltorio en que se estaba formando un nuevo duende.
Se hallaba escondido, como todos los duendes en formación, en un lugar bien abrigado del bosque. Protegido del viento norte y de la lluvia bajo una enorme roca, y rodeado de helechos y de hongos que debían ocultarlo a las miradas indiscretas y curiosas.
Pero la bruja Vitriopirola miró hacia aquel lugar y, gracias a los cristales mágicos de sus gafas, lo vio. Su maligno corazón se regocijó al pensar en la malísima maldad que podía cometer allí mismo. Y decidió cometerla sin más tardar.
Descendió hasta el suelo. Detuvo su escoba junto a la enorme roca y se apeó de su vehículo volador.
—¡Je, je, je...! —se rió malignamente.
Se acercó al tierno embrión de duende y, llena de crueldad, le arrancó el suave envoltorio que le protegía.
Este envoltorio es como un edredón en forma de saco de dormir que protege a todos los pequeños duendes mientras se van desarrollando. Es un envoltorio suave y calentito, mullido y perfumado. Está hecho de cariño, de sonrisas, de caricias, de amistad, de ternura, de picardía, de curiosidad, de cosquillas, de olor a pan tostado, de aroma de bollos calientes, de perfume de cáscara de limón, de color de rayos de sol en primavera, del suave vaho de la tierra húmeda de lluvia, de la fragancia de la hierba recién cortada, de ricos sabores dulces y ricos sabores salados, de rumor de agua de fuente, de burbujas de naranjada y de otras mil cosas agradables por el estilo.
Ya se comprenderá que crecer dentro de una envoltura así es algo extraordinariamente estupendo, y muy necesario para que un duende pueda llegar a ser la criatura maravillosa que todo el mundo espera que sea.
La perversa bruja Vitriopirola no se contentó con desnudar el cuerpecillo, quitándole su envoltura; además, sacó de su faltriquera un frasquito de vidrio verde y derramó una pócima negra y maloliente sobre el duendecillo, y, al mismo tiempo, palabra tras palabra, recitó toda una horrible retahíla de horrendos conjuros.
El pequeño cuerpo desnudo tembló de frío y de miedo. Se encogió y se acurrucó sobre sí mismo. Luego, poco a poco, se fue volviendo de un color más y más oscuro, y se le marcaron profundas estrías allí donde la pócima de la bruja había resbalado sobre su tierna piel.
La bruja contempló satisfechísima el resultado de su obra.
—Esta noche sí que tengo una formidable historia que contar en nuestra reunión de aquelarre. Las otras se recomerán de envidia y se van a llevar un disgusto de muerte.
Seguro que ninguna de ellas ha tenido jamás ocasión de hacer nada tan perverso... Soy una bruja lista... ¡Je, je, je...! Soy una bruja muy lista y con mucha suerte...
La bruja lanzó tres espantosas y escalofriantes carcajadas. Luego, montó de nuevo en su escoba, agarró la envoltura por una punta y se alejó volando por los aires.
El búho, que había presenciado la escena desde la rama más alta de su roble favorito, se quedó helado de espanto y todas las plumas de la cabeza se le erizaron de pena y de compasión.
En cuanto la bruja desapareció, los helechos y los hongos se apresuraron a inclinarse sobre el desdichado duendecillo. No, no estaba muerto. Estaba solamente ennegrecido, tembloroso y deformado.
Las plantas se apretaron contra él para tratar de abrigarle y protegerle, pero claro, no era lo mismo. Unos helechos y unos hongos, por muy buena voluntad que pongan en su acción, resultan siempre fríos y húmedos y muy, muy diferentes de la envoltura que un duendecillo necesita para desarrollarse completamente bien.
El duendecillo sobrevivió a los malos tratos a que la bruja le había sometido, pero ya antes de que hubiera crecido lo suficiente como para poder ponerse en pie, se podía ver, sin ningún lugar a dudas, que el nuevo ser se había convertido, sin remedio, en un Duende Negro Arrugado.
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1 comentario:

  1. Me encanta inventar cuentos para los niños donde ellos son los protagonistas...

    Besos mil, estimada Carmen/Borraeso

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